-¿ Recuerdas como era tu Navidad cuando eras niñ@?

-«En nuestra lejana infancia, largos y tediosos se hacían los años esperando Navidad. La secreta visita del Viejito Pascuero dependía de varios requisitos: ser atento, servicial, ocurrente, acomedido y lo más importante, pasar de curso. Navidad y vacaciones se convertían en pesadilla si uno repetía el año escolar.

En esos años de economía obligada y privaciones extremas, cuando aún no existía dinero plástico, retail ni mall cercano, para que se endeudaran nuestros padres, en el mejor de los casos recibíamos tres regalos: uno que entregaba la industria a través del Sindicato Textil, otro del Viejo Pascuero (que no siempre cumplía lo solicitado por carta), y el que compraba mamá, casi siempre una prenda de vestir veraniega. Los varones éramos felices con un tambor de lata, seis palitroques y un short. Las niñas quedaban encantadas con el juego de tacitas, la muñeca de trapo y una polera.

Como aún no se había inventado el scotch, no rasgábamos impacientes los bellos papeles navideños, teníamos la prudencia de desatar la cinta de color y desenvolver el regalo para descubrir su contenido. Muchas veces adivinábamos por su forma o al tacto lo que había en su interior. Las mamás de aquellos años, como ejemplo de austeridad, guardaban muy bien doblados los papeles y enrolladas las cintas, por eso no resultaba extraño a niños de buena memoria, que al año siguiente los regalos aparecieran con papeles de diseños conocidos.

Por siglos la Navidad fue importante conmemoración del natalicio de Jesús, incluso se realizaba la Novena del Niño Dios en su honor. Hace unas cuatro décadas o más, las costumbres comenzaron a cambiar o desmejorar. El verde pino navideño, con su aroma a resina, fue desplazado por árboles plásticos. La ilusión del Viejito Pascuero comenzó a desvanecerse en la mente de niños, más avispados que nosotros, que ante la proliferación de Viejos Pascueros, presentes en todas partes, pusieron en duda que fuera el mismo que conocieron en el jardín, la escuela, la calle o el comercio. Muchos niños y niñas se dieron cuenta del engaño al observar Viejos Pascueros flacos y gordos, con lentes ópticos o gafas oscuras, de barbas verdaderas o de algodón, y gracias a su cauta inteligencia guardaron el secreto a sus padres y hermanos menores, asegurándose de no perder un regalo, por revelar el gran descubrimiento.

Los tiempos han cambiado, qué duda cabe. Más aún en este insólito y distópico 2020, que ha sorprendido y castigado a todos; y a muchos en demasía. Hace tiempo que no se escucha “Pascua feliz para todos”. Sería provocación corear esa frase publicitaria. Más pertinente sería invocar “Buena salud para todos”, incluido el Viejo Pascuero.

Regresan recuerdos de nuestras humildes navidades y la nostalgia fortalece la gratitud a nuestros padres, por el esfuerzo que hicieron en regalarnos la efímera magia navideña, que aún no se disipa en la memoria.

Cuando ya estamos terminando este año mortífero, incierto y caótico, hacemos votos para que esta infausta experiencia viral no siga prolongándose y menos vuelva a repetirse. Es de esperar, que el nuevo año nos devuelva la oportunidad de poder a abrazar a nuestros familiares, saludar a los vecinos y visitar amistades, a rostro descubierto, como lo hacíamos antes.

No basta el sol y la luna para iluminar nuestra vida».

-ROMÁN VILLEG, TOMÉ, Diciembre 2020

📱 Imagen Gentileza: memoriasdelsigloxx.cl